julio 24, 2021

Memorias independentistas

Por Editor

               Miniensayo de Ma. Isabel Hernándes

 

Yendo a al día de la independencia, vale la pena recordar que muchas ciudades de la Nueva Granada firmaron actas similares, anteriores a la del 20 de julio, que dio origen a la celebración de este día festivo en 1873, aunque  en ninguna hubo claramente un grito de independencia. Sin embargo, todas ellas constituyeron un hito histórico  dentro del proceso de liberación, que se había iniciado con muestras de descontento, reclamos y  rebeldía desde años anteriores, por  ejemplo, en la Revolución de los Comuneros. Así, desde Quito hasta el Socorro hubo una  formación de Juntas, en remedo de las de la Península, anteriores a la Junta Central de  Santafé.  Todas son antecedentes importantes de este proceso que involucró a  las provincias más importantes de la época, en un escenario  político continental que condensó hechos y procesos que se yuxtaponen en el corto y mediano plazo. Hubo juntas, por ejemplo,  en La Paz el 16 de julio de 1809, y en Quito el 10 de agosto de ese mismo año;  en Caracas el 19 de abril de 1810, mientras que en la Nueva Granada, las hubo  en Valledupar (abril de 1810) Cartagena (22 de mayo de 1810),  Pamplona (4 de julio de 1810), Socorro (10 de julio de 1810) y Cali (3 de julio de 1810). La situación era compleja  en esos momentos en España debido a la invasión de Napoleón (1808), la abdicación de Carlos IV  en su hijo Fernando VII y el apresamiento del nuevo rey  en Bayona por Bonaparte. En América se reclamaba, en general, contra los abusos de  algunas autoridades peninsulares y porque muchos cargos, que habían sido ejercidos por criollos con éxito, se habían vuelto  a concentrar en españoles. El sentimiento de injusticia y el deseo de autonomía, a nivel de las regiones, iban tomando fuerza. Es así como este proceso tiene características locales y regionales y muchas veces obedecía a rivalidades profundas entre ciudades, como en el caso del Socorro Vs. San Gil y de Cali Vs. Popayán. Ante los hechos que se sucedían en España, donde se había creado la Junta  Central y Gubernativa del Reino (septiembre de 1808) para defender la monarquía de la invasión napoleónica  se dio un “movimiento juntista”, replicado en América hispana. Así, de acuerdo con el pensamiento político de la época en las juntas se manifestaba que en ausencia del rey el poder revertía en el pueblo y este era representado por los cabildos, que se hallaban mayoritariamente en manos de los criollos. Los cabildantes entonces se propusieron organizarse en juntas, encontrando resistencia en las autoridades españolas  que desconfiaban de este empoderamiento criollo de autonomía. El movimiento y las actas, llamadas por los habitantes de cada ciudad donde se organizaron dichas juntas, como “Actas de independencia” son dignas de analizar y reinterpretar a la luz de la nueva  mirada de la historia. Tomaremos aquí el Acta del 3 de julio, firmada en Cali en 1810 y que la ciudad, como todas las demás, proclama como Acta de Independencia, para hacer unas someras observaciones.  Realmente en ningún de las Actas suscritas en las diferentes ciudades provinciales se encontraron palabras como libertad o independencia, aunque en todas, unas más, otras menos, utilizan términos que sugieren  principios para la organización de nuevos regímenes de gobierno que, sin usar tampoco términos como república, reclamaban valores que sentían ausentes en su región en esos momentos. El Acta de Cali, a pesar de que el lenguaje refleja un canon neotomista, también  utiliza términos y conceptos modernos que  reflejan las ideas de la ilustración. Aquí cabe recordar que  Popayán experimentó el auge de las ideas de la ilustración en el Real Colegio Seminario de la ciudad, donde coincidieron, hacia 1777, lo llamados precursores de  la Independencia de la nación, entre ellos: Francisco José de Caldas, Camilo Torres, José María Cabal y Joaquín de Caycedo y Cuero. Gracias a sus lecturas y debates, cuestionaban el absolutismo, la tiranía y el despotismo, rasgos que en estos primeros años del siglo XIX eran marcados en la monarquía española. Más tarde, algunos de ellos se reencuentran en  Santafé con otros ilustrados, entre ellos Nariño. Crecía la pugna entre Cali y Popayán, fundada más tarde y luego nombrada como gobernación de la provincia, ciudad que  concentraba el poder político, pero no el poder económico, que poseía la élite caleña. El mejor escenario para expresar la naciente autonomía local y regional, eran sin duda los cabildos, donde se concentraban  y expresaban las viejas tradiciones, los privilegios de la corte , se buscaban sistemas más representativos de participación y se hablaba ya de igualdad entre criollos y peninsulares. En fin, incipientes debates sobre el nuevo tiempo que sugería la construcción de nuevas formas de gobierno. En el caso del Valle del Cauca, la amenaza de una invasión francesa, la duda ante el triunfo de España  y las consecuencias que ello traería a las haciendas, las minas y los esclavos generó en las élites actitudes autonomistas frente a los gobernantes peninsulares, específicamente frente al gobernador Miguel Tacón. Esta actitud era creciente, ya que en 1807 hubo una plaga de langostas y el cabildo de Cali, ante la escasez de alimentos, prohibió la salida de productos alimenticios, medida que el gobernador Tacón revocó. La actitud de desacato ante las autoridades españolas fue en aumento, así como la necesidad de autonomía criolla para decidir sobre asuntos locales. Contribuyó también lo acontecido en Quito en 1809, en que juraron lealtad al rey, pero depusieron el antiguo cabildo, constituyeron uno nuevo y se organizaron en una Junta suprema. Enviaron noticias a Cali, Popayán y Pasto.  Tacón interceptó las comunicaciones y trató de mantener a estas ciudades bajo el riguroso absolutismo centralizado instaurado desde los reyes católicos. Pero llegó la convocatoria de la Junta de Sevilla para que se nombrase representante de la provincia ya que dicha junta reconocía que los territorios de ultramar no eran propiamente colonias sino parte esencial e integrante de la monarquía española. El 3 de julio se reunieron los cabildantes para efectuar el nombramiento a lo que Tacón se opuso; entonces, los representantes de Cali, Buga, Cartago, Caloto, Toro y Anserma, se reunieron para crear una Junta de Ciudades Confederadas o Amigas  del Valle del Cauca, primera muestra de integración autónoma regional de un proyecto político (Acta de 1° de febrero de 1811). También propusieron crear una Junta Central en Santafé que promoviera las relaciones entre la población  y una Junta Provincial en Popayán  con representantes de cada población que “observara la igualdad que por naturaleza, tienen todos los pueblos y los hombres”. Estas muestras de autonomía y autogobierno se dieron, como ya se anotó, en varias regiones desde  finales del siglo XVIII y fueron parte importante de un proceso que finalizó con la disolución de la Gran Colombia en 1830. Las nuevas formas de analizar y reconstruir la memoria histórica, permiten ver nuevas facetas del movimiento independentista, sustentado en el movimiento juntista iniciado en España y en los cabildos, que  fueron dando paso al desacato, en este caso desconociendo al gobierno de Popayán, el español Miguel Tacón, mientras Caycedo y Cuero repetía: “Religión, Rey y Patria son los sagrados objetos que nos han reunido en este día…”. Enviaron un oficio al comisionado Regio, Antonio Villavicencio y en la respuesta de la Junta Suprema de Gobierno del Reino, del 6 de agosto de 1810, se decía sobre el Acta del 3 de julio, entre otras, que : “[ la Junta]…Ha tenido la complacencia de ver en ella tan perfecta unidad de sentimientos con los de la capital”. “Cali tendrá el honor de decir a la posteridad que se anticipó a manifestarlos, y correr los riesgos a que la exponía su declaración…”. “Los esfuerzos de este lustre ayuntamiento deben dirigirse, pues, ahora a la obra de nuestra unión…”. Las ciudades Confederadas del Valle se prepararon para la lucha y recibieron 120 hombres de la Junta Central al mando del coronel A. Baraya, que se sumaron a 180 soldados de las Ciudades  Confederadas, los cuales dieron la primera batalla de nuestra independencia: la del Bajo Palacé el 28 de marzo de 1821. Para el Valle la lucha terminó con la batalla de San Juanito en Buga, el 29 de septiembre de 1819; para Colombia, con la de Bomboná el 7 de diciembre de 1822 al mando del General Bolívar y para la América española con la Batalla de Ayacucho en el Perú, el 9 de diciembre de 1829, al mando del Mariscal Antonio José de Sucre.